Altar a San Benito de Cañete
Galería del Paseo, Lima, 2022
Proyecto desarrollado para la exposición colectiva Encuentros Posibles, comisionada al artista argentino Santiago Gasquet para la galería Del Paseo. La pieza presentada, consistió en una escultura de acero inoxidable diseñada para sostener un bloque congelado de frejol colado (dulce típico del sur de Lima). El dulce congelado paulatinamente se derrite y cae sobre un gran plato de acero que lo recibe, y permite que las y los asistenes a la muestra puedan degustarlo con la ayuda de pequeñas cucharitas de helado ubicadas en la sala. En paralelo a la escultura de acero, situada al lado de la pieza, se ubicó una pantalla, la cual reproducía un video de 54 minutos. El video consistió en una toma fija de la escultura de acero, con el bloque de dulce derritiéndose en tiempo real.
Altar a San Benito de Cañete es una aproximación a mi historia familiar. Una historia que existe en mi memoria y que se activa a través de vehículos como la comida y ciertos modos de prepararla.
El proyecto gira en torno al Centro Poblado San Benito, en la provincia de Cañete, lugar de donde es mi abuelo, un hombre afrodescendiente, arraigado al campo en los inicios de su vida. Un campo que no era de mi abuelo, ni de sus padres, ni de sus abuelos. Un campo donde las y los ancestros del Papapa tuvieron que trabajar sin tregua, en contra de su voluntad muchas veces.
Hoy, desde el privilegio de ser un observador, me apropio de ese relato, con la intención de recordar y poner en discusión una serie de rezagos colonialistas a los que inherentemente seguimos sometidos. Mi historia familiar, que también es la historia de cómo se han manejado las relaciones de poder en este territorio, clama ser enunciada.
San Benito es hoy una cooperativa asentada a partir de la Reforma Agraria en el Perú. Si comparásemos los objetivos de dicha reforma con los resultados que obtuvo, sería parcializado caracterizarla como exitosa, siempre y cuando la midamos a través de los parámetros actuales de rentabilidad económica empresarial. No obstante, medir la reforma sólo a través índices económicos sería limitado, ya que su mayor alcance, en mi opinión, fue de carácter social. La Reforma Agraria significó el primer y único intento a nivel nacional por horizontalizar las relaciones laborales en el campo desde el inicio del período republicano. La constitución de 1823 promulgada por el presidente José Bernardo de Tagle, cargada de tintes liberales, podría considerarse como el primer intento de la mencionada horizontalidad o búsqueda por la igualdad de derechos. Sin embargo, la estructura social y sobre todo económica de la época, que se sostenía, entre otros factores, sobre la mano de obra esclavizada, tardaría demasiado en sacrificar sus privilegios de clase y sobre todo en sacrificar la rentabilidad que significaba no pagar salarios, o pagar con bonos canjeables en los mismos negocios de los propietarios de las industrias. Los mencionados factores, fueron claves en la dilatación del reconocimiento de la población afroperuana, indígena y posteriormente la china y la japonesa, como ciudadanos o personas con los mismos derechos civiles. Posteriormente, durante el gobierno del general Ramón Castilla, se redacta la constitución de 1854, y su versión moderada de 1860, en la cual finalmente se logra una abolición constitucional de la esclavitud en el Perú. Sin embargo, no es hasta el gobierno del General Velasco Alvarado cuando se da un paso más allá, con la Reforma Agraria de 1969, y por medio de la expropiación sistemática de grandes latifundios a lo largo del territorio nacional, se inicia un proceso contundente de redistribución de la tierra. Con la ayuda del ejército se ocuparon grandes extensiones de terrenos que pertenecieron durante siglos a poderosas familias, para luego ser parceladas y vendidas a crédito a las mismas cooperativas de empleados que trabajaban en las haciendas y que estaban organizados en sindicatos. Fue en ese momento cuando realmente se gestó una transformación profunda en la estructura social del país, que se percibe hasta la actualidad y que históricamente ha estado y sigue caracterizada por la desigualdad, el paternalismo y el sometimiento de clases.
El frejol, producto presente en las haciendas de la costa sur del Perú, es un alimento abundante y económico, que ayudaba a resistir las largas y duras faenas de trabajo en el campo. Mi tía abuela Luisa, una de las últimas hermanas con vida de mi abuelo, vive aún con 100 años de edad en el Centro Poblado San Benito de Cañete. Ella, Luisa, aprendió junto a su hermana Julia la preparación del tradicional dulce Frejol Colado. Tanto Julia como Luisa heredaron de su madre, Margarita, el conocimiento de esta preparación, pero fue Julia quien en vida desarrolló un negocio de dulces tradicionales, el cual continuaron los hijos de Luisa, puesto que Julia nunca tuvo hijas o hijos.
Para preparar el Colado o dulce de Frejol, es necesario remojar los frejoles durante 24 horas, luego se les da una primera hervida y posteriormente, con la ayuda de las manos, se fricciona la menestra hidratada y pre-cocida hasta pelarla completamente. Una vez que tenemos los frejoles pelados se hierven por horas hasta que se vuelvan un puré. Con el puré de frejoles pelados, se inicia la reducción del dulce a fuego bajo. A esta mezcla se le agrega una proporción alta de azúcar y se aromatiza con canela y clavo. Se debe mover por horas sin parar, con una cuchara de madera hasta que la preparación espese y adquiera una consistencia cremosa y untable.
En esta oportunidad tendremos el honor de probar el dulce, preparado en San Benito de Cañete, por Zule, Carlos, Jaime y David, los hijos de Luisa, de la misma forma como lo han preparado durante décadas. Probablemente sea esta de las últimas veces que lo preparen dado que los nietos y nietas de Luisa no continuarán la tradición.
A través de una forma geométrica obtenida del dulce congelado, busco establecer una analogía entre una imagen de culto y una escultura. Gracias al material de la escultura, me remito a un contexto social específico, donde los límites de mi historia personal y la historia del país se difuminan.
San Benito de Palermo, un santo de origen africano, fue canonizado en 1807 y fue el primer santo negro reconocido por la Iglesia Católica. Su popularidad en Latinoamérica ha sido proporcional a las necesidades espirituales de los devotos, en particular de ciertos grupos sociales como la comunidad afroperuana, por ejemplo. Necesitada de atención espiritual encontró refugio en la religión Católica y la Iglesia, a su vez, reconoció estos santos para cohesionar y establecer lazos de identidad entre las comunidades negras esclavas y libres durante los siglos XVI al XIX.
Les invito a ser parte de este ritual, donde la solidez de una figura será sacrificada gracias a la incidencia del tiempo y de la temperatura ambiental. Asistiremos a un sacrificio incruento, donde al ingerir el cuerpo oscuro de este santo, comulgaremos con su causa y la de quienes se encomiendan a él.
Project developed for the group show, Encuentros Posibles, commissioned to the Argentinean artist Santiago Gasquet for the Del Paseo gallery. The piece presented consisted of a stainless steel sculpture designed to hold a frozen block of strained beans (a typical dessert from the south of Lima). The frozen dessert gradually melts and falls on a large steel plate that receives it and allows visitors to the exhibition to taste it with the help of small ice cream spoons placed in the room. Parallel to the steel sculpture, located next to the piece, a screen was placed, which reproduced a 54-minute video. The video consisted of a still shot of the steel sculpture, with the block of candy melting in real time.
Altar to San Benito de Cañete is an approach to my family history. A history that exists in my memory and that is activated through vehicles such as food and certain ways of preparing it.
The project revolves around the Centro Poblado San Benito, in the province of Cañete, the place where my grandfather is from. He is a man of African descent, rooted in the countryside at the beginning of his life. A field that did not belong to my grandfather, his parents, or his grandparents. A field where the Papapa's ancestors had to work relentlessly, often against their will.
Today, from the privilege of being an observer, I appropriate this story to remember and discuss a series of colonialist leftovers to which we are still inherently subjected. My family history, which is also the history of how power relations have been managed in this territory, cries out to be enunciated.
San Benito is today a cooperative established due to the Agrarian Reform in Peru. If we were to compare the objectives of this reform with the results obtained, it would be biased to characterize it as successful as long as we measure it through the current parameters of corporate economic profitability. However, measuring the reform only through financial indexes would be limited since its greatest scope, in my opinion, was social. The Agrarian Reform was the first and only national attempt to horizontalize labor relations in the countryside since the beginning of the republican period. The 1823 constitution promulgated by President José Bernardo de Tagle, with liberal overtones, could be considered the first attempt at the aforementioned horizontality or search for equal rights. However, the social and, above all, economic structure of the time, which was sustained, among other factors, by slave labor, would take too long to sacrifice its class privileges and, above all, to sacrifice the profitability that meant not paying salaries or paying with bonds redeemable in the same businesses of the owners of the industries. The factors mentioned above were vital in the delay in recognizing the Afro-Peruvian, indigenous, and later Chinese and Japanese populations as citizens or persons with the same civil rights. Subsequently, during the government of General Ramón Castilla, the constitution of 1854 was drafted, and its moderate version of 1860, in which the constitutional abolition of slavery in Peru was finally achieved. However, it was not until the government of General Velasco Alvarado that a further step was taken with the Agrarian Reform of 1969. Through the systematic expropriation of large estates throughout the national territory, a forceful process of land redistribution began. With the help of the army, large extensions of land that had belonged for centuries to powerful families were occupied and then parceled out and sold on credit to the same cooperatives of employees who worked on the haciendas and were organized in unions. At that moment, a profound transformation in the country's social structure took place, which can still be seen today and historically has been and continues to be characterized by inequality, paternalism, and class subjugation.
Beans, a product present in the farms of the southern coast of Peru, is a portion of abundant and economical food, which helps to resist the long and hard work in the fields. My great aunt Luisa, one of my grandfather's last living sisters, still lives at 100 years of age in the San Benito de Cañete village. She, Luisa, learned with her sister Julia the preparation of the traditional sweet Frejol Colado. Both Julia and Luisa inherited from their mother, Margarita, the knowledge of this preparation. Still, it was Julia who in life developed a business of traditional sweets, which Luisa's children continued since Julia never had daughters or sons.
To prepare the Colado or dulce de Frejol it is necessary to soak the beans for 24 hours, then they are boiled for the first time, and then, with the help of the hands, the hydrated and pre-cooked beans are rubbed until they are completely peeled. Once the beans are peeled, they are boiled for hours until they become pureed. With the mashed peeled beans, it starts the reduction of the sweetness over low heat. A high proportion of sugar is added to this mixture, and it is flavored with cinnamon and cloves. It must be stirred for hours without stopping, with a wooden spoon until the preparation thickens and acquires a creamy and spreadable consistency.
In this opportunity, we will have the honor of tasting the sweet, prepared in San Benito de Cañete, by Zule, Carlos, Jaime, and David, Luisa's sons, in the same way they have prepared it for decades. This is probably one of the last times they will prepare it since Luisa's grandsons and granddaughters will not continue the tradition.
Through a geometric shape obtained from the frozen candy, I seek to establish an analogy between a cult image and a sculpture. Thanks to the material of the sculpture, I refer to a specific social context where the limits of my personal history and the country's history are blurred.
Saint Benedict of Palermo, a saint of African origin, was canonized in 1807 and was the first black saint recognized by the Catholic Church. His popularity in Latin America has been proportional to the spiritual needs of devotees, particularly certain social groups such as the Afro-Peruvian community, for example. In need of spiritual attention, they found refuge in the Catholic religion. The Church, in turn, recognized these saints to unite and establish bonds of identity between the enslaved Black persons and free communities during the 16th to 19th centuries.
I invite you to be part of this ritual, where the solidity of a figure will be sacrificed thanks to the incidence of time and environmental temperature. We will attend a bloodless sacrifice, whereby ingesting the dark body of this saint, we will commune with his cause and those who entrust themselves to him.